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domingo, 10 de marzo de 2024

Hipocresía-mujeres en guerra sucia contra mujeres


Libros de ayer y hoy / Teresa Gil 

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx 

Al unísono, millones de mujeres en el mundo coincidieron en su día, en las muchas cuestiones que las agreden y hubo de todo en las grandes marchas que se vieron, una de de ellas en la capital de la República. Pero sus lideresas se mostraron esquivas del proceso electoral que cobija al país. Absurdo en su egoísmo, el grupo que dirige se niega a reconocer que en México hay un proceso electoral y que  dicho  proceso dará una gobernanta, lo quieran o no. 

Lo que llama la atención cada año, es lo poco que dura esa coincidencia de unidad  y la poca solidaridad expresada a favor de una mujer agredida, que desde antes, meses incluso, hemos visto en las campañas electorales y en los muchos días con agresiones a esa mujer, Claudia Sheinbaum, de parte de los opositores, que avala y recrudece la propia candidata opositora. 

El feminismo cierra los ojos en este caso cuando dicen estar a favor de todas las mujeres agredidas. 

Es una mentira, pues, la solidaridad, cuando están de por medio intereses. 

El misogismo se ha destapado en estas campañas electorales, de una manera sucia y agresiva y hasta este momento los órganos electorales se han quedado callados.

 ¿Cuántas de las mujeres que marcharon  también se quedaron calladas? Porque  a excepción de casos muy desagradables de personajes masculinos que se han trepado en el carro para guadañar, las ofensas han venido de mujeres contra mujeres. 

EL MISOGISMO SE CREA EN LOS HOGARES, PERO LA HIPOCRESÍA LO OCULTA

 Normalmente los mexicanos –y lo mismo debe ocurrir en los demás países–, estamos acostumbrados a una dosis misógina en los hogares, con  madres, motivos de libros y películas, que favorecen al hombre por ser hombre. 

El machismo tiene su raigambre en esas ubicaciones maternas que marginan a sus hijas mujeres. Y es ese machismo hogareño, entre otros desvíos, el que trasciende a situaciones más terribles y peligrosas, como se expresa en este momento en la violencia diaria contra las mujeres. 

Algunas corrientes feministas y las luchas políticas fraternas, han paliado resquemores normales entre mujeres, por envidias o rivalidades. 

Se ha legalizado la paridad de género y constantemente hay propuestas a favor de sectores desvalidos como las trabajadoras domésticas, por ejemplo y se solicita alerta de género llevada a la autoridad por legisladoras y organizaciones de mujeres.  

Esa es la solidaridad de género, el apoyo entre mujeres, la defensa de sus derechos.

Pero ¿a qué extremo de ignominia está sometiendo el grupo opositor a sus propias mujeres, para que olviden el género y se lancen destructivas contra las que van adelante? 

Es algo que debe tomarse en cuenta para comprender  la traición de la unidad y la solidaridad que se exhibió en las marchas del Día de la mujer. 

LAS MUJERES QUE  NO AMAN A LAS DEMÁS MUJERES 

El sueco Stieg Larsson creó en sus obras personajes femeninos acordes con la línea que maneja en su famosa Trilogía Millenium (2005) en la que, fijando los temas en un personaje central Lisbeth Salander, se da tiempo para denunciar la violencia  que sufren las mujeres en el mundo.

En su primera parte, Los hombres que no amaban a las mujeres (Editora Destino 2008), son ellos los agresores, los que trafican con  trata, los que abusan de ellas –como el  propio  padre de Salander–, los que las matan. Hubiera sido para él una herejía tener a una mujer misógina o violenta como personaje. 

Pero se asombraría de ver esas reacciones en mujeres mexicanas como las  que atizan el fuego de la violencia y ponen  las bases para que se afecte y atropelle a otras mujeres. 

La trilogía de Stieg es un recorrido sobre las agresiones a mujeres y un panorama general de los países que participan en el crimen organizado y que tienen como centro de su delito, a ese género. 

Si en México pese a los esfuerzos, el número de violaciones ha aumentado igual que los  feminicidios, la actividad se expande en el mundo y ya desde principios de siglo, el escritor alertaba sobre la urgencia de parar esas agresiones. 

Si viviera –murió en el 2004  a los 50 años– descubriría a su país agredido por un terrorismo que ya menciona en sus obras y sobre todo, se asombraría del aumento de aquello que tanto denunció: la violencia contra las mujeres, pero ejercida por las propias mujeres.